Friday, July 2, 2010

El problema no son los espejuelos

El problema no son los espejuelos
Prof. Francisco Javier Goitía Padilla
Seminario Evangélico de Puerto Rico

A principios de este año me operé el ojo izquierdo de cataratas. Por mucho tiempo pensé que lo que estaba defectuoso eran mis espejuelos. Veía borroso, no distinguía bien profundidad. La pantalla de la computadora se hacía cada vez más difícil de leer. La luz de frente, especialmente la de los automóviles por las noches, me cegaba el ojo. Mi ojo derecho compensaba por el izquierdo y la línea blanca que marca los carriles me ayudaba por las noches. Cuando finalmente me operé el mundo pareció nuevecito. La operación dio cuentas del tiempo que ya va marcando mi cuerpo y de las limitaciones que estas marcas tienen en la manera en que atrapo, asumo y proceso la información de mi alrededor. El problema no eran los espejuelos. Era el ojo. Yo creo que lo mismo nos pasa como país. Aparentemente los espejuelos con los que atrapamos, asumimos, entendemos y procesamos la información de nuestro alrededor no nos sirven. Tal vez, pensamos, con un cambio moderado en la receta todo se arregla. El tiempo nos ha pedido cuentas y no estamos dispuestos a reconocer que las cosas han cambiado. Que Puerto Rico no es el mismo. Que debemos empujarnos a ver de otra manera. Porque no son los espejuelos. Es el ojo. Este párrafo es una introducción larga para decir que pienso que el problema fundamental que nos aqueja como país es uno epistemológico y hermenéutico.
El problema es uno epistemológico. No tenemos marco de referencia para entender nuestro alrededor; lo que pasa, ahora, aquí. Para empezar, el marco epistemológico principal de nuestro país es uno ideológico partidista. Esto es así dentro y fuera de la iglesia. Es un marco epistemológico asumido en las luchas de desarrollo del país marcadas por la hegemonía de la visión populista Manos a la Obra de los años cincuenta. A esta ideología, calzada por una visión de identidad esencialista y contenciosa – por buenas y no tan buenas razones – se le añaden las polaridades de la guerra fría, las luchas por reconocimiento y sobrevivencia de la izquierda y las dádivas y acomodos de la derecha. Por los últimos cincuenta años, entonces, entendemos desde un asiento polarizado, ajeno a los consorcios y las negociaciones, demonizado contra el opositor, marcado por la identificación de las luchas obreras y de derechos con los extremos de la guerra fría. Al quebrarse las ideologías y sobrevivir sus esqueletos solo quedan los estribillos ideológico-partidistas para asumir la realidad y reaccionar a las crisis que vivimos. Mi partido. Mi ideal (vació de contenido y proyecto, pero mío). Demonizo a los contrarios. Toda protesta es comunista. Toda crítica es opositora. Es pecado pensar, actuar y entender de otra manera.
Algunos eventos de los pasados años han atisbado la nueva realidad que vivimos pero no acabamos de reconocer en ellos avisos de cambio. Vieques no fue sólo una marcha enorme y una lucha ganada. Vieques es la invitación a una nueva epistemología. Lo que hace resbalosa la reciente huelga de la UPR y los eventos de violencia que hemos vivido en estos días es, precisamente, que los pretendemos evaluar desde una epistemología quebrada e inoperante. Estos jóvenes – con sus aciertos y desaciertos – son una invitación a reconocer la incapacidad ideológica de todos – izquierda, centro y derecha – de lidiar con la realidad que vivimos y la posibilidad de involucrarnos y reaccionar utilizando nuevos parámetros y criterios de entendimiento.
El problema que nos aqueja es uno hermenéutico. No poseemos los recursos para encontrarle significado a la vida, ahora, aquí. La desesperanza que nos sobrecoge es el aviso existencial de que vivimos días diferentes donde el marco de referencia desde donde se nos invita a encontrarle sentido y dirección a la vida y al país no es siquiera reconocido. Si lo que quedan son esqueletos y estribillos ideológico-partidistas no existe entonces fundamento ni imaginación para comenzar a construir algo diferente. La vida continúa con los ipods y películas en tres dimensiones del siglo 21 pero con las polaridades, esencialismos, sospechas y trincheras de mediados del siglo pasado. Basta surfear por las estaciones de radio, escuchar los análisis de las esquinas, presenciar con asombro los excesos de los líderes políticos, para darnos cuenta de que parece que el tiempo se congeló en nuestro país. Ausente está, sin embargo, la cortesía, la deferencia, la dignidad y la fibra humana que logró – con algún éxito – sacar al país de donde estaba en aquella ocasión.
El problema no está en los espejuelos. Tenemos el ojo afectado. Necesitamos una operación. Necesitamos comenzar por reconocer la quiebra del proyecto Puerto Rico tal como lo conocemos. Ninguna de las opciones ideológicas que agonizan por sobrevivir y dirigir nuestro pueblo a algún sitio puede hacerlo. Todas están, como ya dije, vacías de contenido y faltas de visión. Vivimos en un espacio de fundamentalismos, de incompetencia y de falta de credibilidad porque el liderato del país es cobarde para reconocer esta realidad y tímido para convocar recursos que nos provean una nueva epistemología y una nueva hermenéutica. El acomodo ahoga el patriotismo. El trabajo público canceló el servicio público. El corazón y la mente han sido finalmente sustituidos por el estómago.
Para la Iglesia esto representa un desafío inmenso. Significa, entre otras cosas, que la narrativa que proclamamos, y las palabras tan amadas que le han dado sentido al ser de la Iglesia y a nuestras vidas al lado del Evangelio, ya no tienen correspondencia con la realidad que vivimos. Palabras como salvación, gracia, pecado, misericordia, obediencia, amor al prójimo, providencia, carismas, vocación, etc., no encuentran ya eco en la vida de la gente a nuestro alrededor. Esto no es culpa del posmodernismo. Es culpa nuestra, por acomodarnos y defender las epistemologías y hermenéuticas de costumbre a expensas de la sangre del Cordero. Significa que las maneras de involucrarnos en la vida de las personas, y en el quehacer colectivo de nuestro pueblo, no tienen eficacia. Como diría Pablo…metal que resuena. El desafío es a aventurarnos en un proyecto que contribuya a crear un espacio propicio para que nuestro pueblo encuentre nuevas formas de entender, un significado de vida diferente, y una visión de futuro que de algún modo resuene con los valores del reino.
Como iglesia, nos corresponde dar cuentas de quién es nuestro rey y de fusionar los horizontes de la narrativa bíblica con lo que vivimos hoy de modo que la Palabra de Dios, fermentada por el Espíritu Santo, rescate a la Iglesia para el Dios Trino. Luego de dar cuentas, nos toca hacer teología y exégesis seria de modo que las palabras que tanto amamos las usemos con significados nuevos y contenidos de vida. Como sociedad, tal vez deberíamos detenernos y, en vez de intentar entender e interpretar como de costumbre, explorar lo que nos dicen los eventos que hemos vivido en los últimos años. Vieques es un buen lugar de comienzo. La huelga reciente de los estudiantes es otro. Necesitamos marcar más de estos pozos de posibilidades a nuestro alrededor. Identifiquemos y pongamos de frente nuestros preentendimientos y prejuicios, juntemos en la mesa a todas las partes con la dignidad que todas las partes merecen, e imaginemos a Puerto Rico de otra manera. Es la responsabilidad de cada ciudadano y la encomienda de toda cristiana.

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